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La toma de decisiones es una constante en nuestra vida. En los diferentes contextos en
los que nos toca actuar (familiar, sentimental, laboral) nos vemos obligados a elegir una alternativa, entre dos o más que se nos presentan como viables para resolver un problema real o prever la resolución de un problema potencial.
Para encarar con acierto la toma de decisiones necesitamos, por una parte, conocer el
problema y analizarlo para comprender su naturaleza y, por la otra, buscar la solución. Visto
de esta manera puede decirse que estamos ante un procedimiento relativamente sencillo pero no es tan así, dado que la toma de decisiones dependerá de la complejidad del problema y de las alternativas de solución que se nos presenten. Una vez hecha la elección, esta tendrá consecuencias y repercusiones tanto en nuestra vida como en nuestro entorno y es por ello que debemos realizar un proceso razonado, basado en la información que nos permita
formarnos una opinión acabada del estado de situación de la cuestión.
Para las personas que desempeñan tareas gerenciales y administrativas, la toma de decisiones es, sin lugar a dudas, una de las mayores responsabilidades, dado que de ella depende, en gran medida, el éxito o el fracaso de la organización a la que pertenecen. Ya ubicado en la situación de toma de decisión, la persona debe comprender la situación que se le presenta y analizar las alternativas para encontrar soluciones razonables. Esto significa que necesita reunir información para las distintas etapas del proceso.
El proceso de toma de decisiones comienza con el reconocimiento de que estamos frente a esa situación: “debemos tomar una decisión”. Ese reconocimiento es generado por la existencia de un problema o una disparidad entre cierto estado deseado y la condición real del momento. Una vez comprobada la necesidad de tomar una decisión, se deben identificar los criterios que necesitamos desplegar, según el grado de importancia que éstos revisten, para la resolución de la misma. |
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