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Los teóricos nos indican que, desde hace algunos años, el lugar del animal no-humano es reevaluado y las ciencias vienen a cuestionar un antropocentrismo que erosiona las fronteras en apariencia bien definidas con el mundo natural. Desde que nos separamos de los restantes primates, hace casi 7 millones de años, preguntarnos acerca de las similitudes y diferencias con el animal implica no sólo un reconocimiento de nuestro vínculo con las restantes especies sino, además, de nuestra propia humanidad. Estos interrogantes implican un modo de apropiación compleja del mundo del afuera mediante un “quiebre de fronteras”: en términos lotmanianos, nos referimos a una traducción, mecanismo mediante el cual la cultura se autodefine y determina, asimismo, a las figuras que expulsa de su sistema un Otro (tanto cultural como natural).
En clave ecosemiótica, nos interesamos aquí por observar
cómo la cultura traduce nuestra relación con este Otro natural, entendiendo que el
primate no-humano se presenta como figura privilegiada dado que instaura formas de (des)
articulación de los dominios naturales y culturales que discuten la propia ontogenia humana. En su circulación textual, simios y monos reinscriben territorios y movilizan marcos
de significación de la condición humana, actualizándose como “traductores naturales” que
problematizan lo humano, lo inhumano y lo no-humano. Al abordar ciertas textualidades
provenientes del orden artístico, científico y de la vida cotidiana, atenderemos a la figura del
primate que, como categoría que se desplaza culturalmente, se presenta como mecanismo
buffer que estructura una zona de indeterminación: un “umbral crítico” en el cual la diferencia
entre lo humano y lo animal se somete a discusión.